▪●Mαs◦huмσ◦pαяα◦lα◦dєcɘpcıøη●▪

Suena el timbre.
Tengo el cuerpo soldado al sofá y la cabeza demasiado dispersa en otros mundos como para decir nada... de todos modos la puerta está abierta.
Aparecen en el salón el Perico y el Culebras, si vienen juntos es para traerme malas noticias o para meterme en algún lio.
El Perico es un mercenario callejero, haría cualquier cosa por dinero, robaba, mataba, traficaba, incendiaba... cualquier cosa menos prostituirse.
Los viejos amigos aún le llamábamos Perico por su afición a los untados, aunque hacía tiempo que no le pegaba a las drogas... ahora le pega a la gente, es su forma de abstraerse de la realidad. Mucha gente le llama Pedrote por la facilidad que tiene en abrir cabezas.
El Culebras es mi camello de toda la vida. Tenemos una relación de dependencia, el me proporciona alpiste y yo a él dinero, el uno sin el otro no lograríamos salir hacia delante.

Me cuentan que un contacto de un contacto de un contacto de... le han dado el soplo de un alijo de jaco en casa de unos novatos. El culebras será el encargado de venderlo y a mi me quieren como catador para tasar la calidad. Los beneficios se reparten a partes iguales, no parece difícil y ya no tengo mucho que perder.
Tras unos revitalizantes tiritos de speed nos ponemos en marcha. El Perico está entusiasmadísimo, hoy podrá partir huesos y sus manos se llenarán de sangre y gasolina. Lleva un par de molotov para rematar la faena y crear un bonito fin de fiesta con artificios.
A mi todo esto me viene un poco grande... y el Perico me tiene preocupado porque pierde el control con mucho facilidad.. pero es que.. Joder! Hay mucho jaco en juego!

Tras un buen rato en coche llegamos al lugar en cuestión, un local apartado de dos plantas, a pocos kms del poligano.
A mis dos cómplices les tiemblan las piernas, a uno de nervios y a otro de exaltación.
Perico revienta la puerta a patadas, entra enloquecido y pegando tiros a destajo. Es un puto psicópata y, gracias a Dios, es colega nuestro. Nosotros, manteniendo la distancia, entramos tras él.

Allí no hay nadie. Nos han timado.
El suelo está lleno de condones usados, pañuelos de papel y colillas. Huele a rancio.
Perico está enfurecido, fuera de si, chillando y reventando los viejos muebles que quedan en aquel vertedero.

Enciendo un cigarro para asimilar la decepción.

Los gritos del psicópata se oyen por encima de los derrumbamientos que causa al patear las paredes. Este tio es peor que un terremoto.

Más humo para la decepción.

De golpe se hace el silencio, seguro que al cabrón se le ha caído el techo encima. El Culebras corre escaleras arriba para saber que ha pasado... y se echa a reír. Los dos se parten el culo.
Bajan rápidamente y me muestran varios fardos de caballo, hay un tabique entero construido con esos falsos ladrillos.
Celebramos revitalizantemente el hallazgo y nos disponemos a cargar el maletero.

El perico ha estado reventando las paredes en busca de más tabiques blancos y al no encontrar ninguno se decide a incendiar aquel tugurio.

Una vez en casa, a salvo, llega mi esperado momento.
Saco a relucir mi mejor conducto y sin más preámbulos una pequeña dosis es asimilada por mi sangre.
Su sabor es afrutado, espumoso, muy suave. Entra fantásticamente debido a su dulzor, pero se puede subir a la cabeza fácilmente debido a su buena entrada.
Joder! ésta nieve es más pura que la del puto Himalaya!

Le pido a el Culebras que separe mi tercera parte del jaco... y disfruto de mis pequeñas vacaciones.

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