Herøin Tour I


(música de fondo)



Y así estamos.

Mientras yo mezclo ración doble de odio con actitud maliciosa en una cucharilla, la maldita furcia quema 3 o 4 cerillas bajo ésta hasta que empieza a burbujear.

Cojo la jeringa que parece estar más limpia de las que hay por la moqueta y absorbo poco a poco la mala ostia acumulada, varios molotov, y, porqué no decirlo, la emoción de volver a las calles.
La maldita furcia ya está preparando el brazo, con la goma bien prieta saca a relucir una de sus mejores venas.
Después de una buena lamida, penetro la aguja y succiono una pizca de sangre repleta de allanamientos, estafas y hurtos con intimidación.

El cerebro empieza a segregar endorfinas a sabiendas de lo que le espera.

Desplazo lentamente el émbolo hacia abajo observando como la vena bombea para absorber la ola de incendios, robos y destrozos a gran escala.
La maldita yonka está con los ojos en blanco, cayéndose hacia atrás, con un hilo de saliva huyendo por la comisura de los labios y diciendo nosequé cerdadas...
Le saco la aguja y me la clavo con tanta ansia que espero haber acertado en algún conducto. Acabo de inyectarme la mitad sobrante y dejo que la distopía me invada.

Sin acceso al caos verdadero nunca lograremos la verdadera liberación.

Se abre el telón.


(música de fondo)



Hay demasiado movimiento para encontrarme en casa.

Abro los ojos y me veo en una especie de jardín, tirado bajo un árbol.
La gente va de aquí para allá, hay chavales haciendo fotos por doquier, individuos recitando haikus y sacándose conejos de la chistera. Esto no tiene sentido alguno.
Me giro y veo un gran edificio a lo lejos: Estoy en una universidad... ¡Yo!

¿Qué mierdas está pasando?

Hago un esfuerzo para recapitular lo sucedido y averiguar como he llegado hasta aquí, pero me despisto al ver a alguien que se acerca directo a mi. ¿Debería huir?

- Putonecio, ya era hora!

Es la maldita furcia. Me alivia ver a alguien conocido...aunque está muy deteriorada y ha engordado bastante. ¿Se habrá desintoxicado? ¿Cuanto tiempo llevo sin ver a nadie?

Estoy descolocado, en ambos sentidos.

Me calienta la cabeza con que donde coño me había metido, que había preguntado por el polígano y nadie sabía de mi, bla, bla bla...
Pero como ha sacado medio moco de speed y se ha invitado a unos tiros, la conversación es hasta agradable.

Me doy cuenta que voy como una moto, en ambos sentidos.

Nos metemos en el primer retrete que encontramos y echamos un polvo guarro, sudor y carne. El speed ha contrarrestado el tiempo que llevaba sin meterla y ha resultado ser increíble.
Mientras se prepara un chino me suelta:

- Estoy embarazada, tío...

- ¿Amos no me jodas! Vale que no ha estado mal, pero de ahí a que te haya preñao...- Ésta tía cada vez carbura menos...

- No imbécil... Estoy de tres meses, y será niña.

Joder... otra sanguijuela más en la familia, y ya serán cuatro, y todos concebidos y expulsados de sus entrañas. Y es que si hay algo de admirable en todo esto es la lealtad, porque el mundo está lleno de zorras a las que tirarte, pero yo elegí a la mejor zorra y eso no hay quien me lo discuta.

- ¿Te hacen unas birras?

- La duda ofende...

Y sorpresa la mía al entrar en el bar y ver a un montón de viejas glorias de aquellos tiempos en que estábamos organizados, y ahora ya ves... Que si me he casado, que si he dejado la mala vida, que si ahora soy juez o político o yoquesé...
Y recordamos viejos tiempos y empiezan a correr las papelas, chinos y bazucos, y en el punto álgido, entre el puesto que llevo y el subidón del reencuentro, anuncio mi vuelta a las calles, el regreso a la vida criminal, el renacimiento.
Y me dicen que si, que me baje de la mesa que aún voy a romper algo y siguen a lo suyo.

Pero ésta vez sí.
Necesito llegar de madrugada apestando a gasolina, humo y victoria. Entrar en cualquier casa ajena, servirme de su mueblebar y largarme dejando alguna que otra huella. Moverme con cautela, esconderme bajo mi sombra y pasar desapercibido mientras las afligidas victimas lloriquean por su reciente pérdida, sintiéndose desnudas sin una de sus múltiples mascaras, viendo un trocito más de su sucia cara, saboreando la amarga crudeza de la realidad, viviendo la autentica liberación.

Necesito ese chute de adrenalina.
¿Chute? Joder... Necesito algo de caballo para centrarme.