Se abre el telón.


(música de fondo)



Hay demasiado movimiento para encontrarme en casa.

Abro los ojos y me veo en una especie de jardín, tirado bajo un árbol.
La gente va de aquí para allá, hay chavales haciendo fotos por doquier, individuos recitando haikus y sacándose conejos de la chistera. Esto no tiene sentido alguno.
Me giro y veo un gran edificio a lo lejos: Estoy en una universidad... ¡Yo!

¿Qué mierdas está pasando?

Hago un esfuerzo para recapitular lo sucedido y averiguar como he llegado hasta aquí, pero me despisto al ver a alguien que se acerca directo a mi. ¿Debería huir?

- Putonecio, ya era hora!

Es la maldita furcia. Me alivia ver a alguien conocido...aunque está muy deteriorada y ha engordado bastante. ¿Se habrá desintoxicado? ¿Cuanto tiempo llevo sin ver a nadie?

Estoy descolocado, en ambos sentidos.

Me calienta la cabeza con que donde coño me había metido, que había preguntado por el polígano y nadie sabía de mi, bla, bla bla...
Pero como ha sacado medio moco de speed y se ha invitado a unos tiros, la conversación es hasta agradable.

Me doy cuenta que voy como una moto, en ambos sentidos.

Nos metemos en el primer retrete que encontramos y echamos un polvo guarro, sudor y carne. El speed ha contrarrestado el tiempo que llevaba sin meterla y ha resultado ser increíble.
Mientras se prepara un chino me suelta:

- Estoy embarazada, tío...

- ¿Amos no me jodas! Vale que no ha estado mal, pero de ahí a que te haya preñao...- Ésta tía cada vez carbura menos...

- No imbécil... Estoy de tres meses, y será niña.

Joder... otra sanguijuela más en la familia, y ya serán cuatro, y todos concebidos y expulsados de sus entrañas. Y es que si hay algo de admirable en todo esto es la lealtad, porque el mundo está lleno de zorras a las que tirarte, pero yo elegí a la mejor zorra y eso no hay quien me lo discuta.

- ¿Te hacen unas birras?

- La duda ofende...

Y sorpresa la mía al entrar en el bar y ver a un montón de viejas glorias de aquellos tiempos en que estábamos organizados, y ahora ya ves... Que si me he casado, que si he dejado la mala vida, que si ahora soy juez o político o yoquesé...
Y recordamos viejos tiempos y empiezan a correr las papelas, chinos y bazucos, y en el punto álgido, entre el puesto que llevo y el subidón del reencuentro, anuncio mi vuelta a las calles, el regreso a la vida criminal, el renacimiento.
Y me dicen que si, que me baje de la mesa que aún voy a romper algo y siguen a lo suyo.

Pero ésta vez sí.
Necesito llegar de madrugada apestando a gasolina, humo y victoria. Entrar en cualquier casa ajena, servirme de su mueblebar y largarme dejando alguna que otra huella. Moverme con cautela, esconderme bajo mi sombra y pasar desapercibido mientras las afligidas victimas lloriquean por su reciente pérdida, sintiéndose desnudas sin una de sus múltiples mascaras, viendo un trocito más de su sucia cara, saboreando la amarga crudeza de la realidad, viviendo la autentica liberación.

Necesito ese chute de adrenalina.
¿Chute? Joder... Necesito algo de caballo para centrarme.

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